Sin palabras. Ni falta que hace. Las emociones al desnudo. La puñetera soledad. La necesidad de vínculos. La autonomía relacional que nos define aunque no queramos enterarnos. Un perro que es como un humano y un robot que es como un perro. En una bellísima Nueva York, tanto o más que en una de las viejas películas de Woody Allen. La amistad que es el como el amor o el amor que ojalá fuera como la amistad. Dos manos que se cogen, los dedos que se tocan. Amar es cuidar. El amor como un hogar. Pájaros que crecen y aprenden. Cobijo, alas, vida. Parejas y familias de animales fuera de la norma. Todo cabe. La diversidad animal que ojalá fuera la normalidad humana. Todos raros, todos diversos, todos diferentes. Sin géneros. Todos en tránsito. Orlando animal. El tiempo que pasa. Las estaciones. El frío que nos empequeñece y la primavera que nos despierta. El verano de mar y juegos. Entre medias, los días veloces. La memoria como refugio y el olvido como salvavidas. Amores que vienen y que van. La capacidad humana de recomenzar y de reinventarse. Un perro que es como un humano. La lealtad y los lazos que nos sostienen. Un robot que es como un perro. El baile como celebración. Los hombres duros no bailan. El perro y el robot sí. Septiembre. Todo parece empezar en septiembre. Do you remember? La música como llave y como estrategia. La liberación del corazón coraza. Táctica y estrategia de los seres tiernos. El sueño de un arco iris. Las baldosas amarillas. Siempre en busca de Oz. Judy Garland. Horizontes queer. La vida como un musical en el que las bailarinas son margaritas. El amarillo del sol y el amarillo de los campos. La pantalla en la que nos quedaríamos a vivir. Un paso de claqué como ventana por la que escapar del invierno. El amor y los cuidados como un puzle que se arma. Herramientas e inventos. Frankenstein, Mary Shelley, El espíritu de la colmena. Todos somos monstruos. Esclavos de la comida congelada y de la televisión que nos amodorra. La fragilidad. Seres frágiles, frágiles vínculos. Todo empieza y todo acaba. La mortalidad. La única felicidad posible. Reinventarse, danzar, saborear un helado de fresa. Del yo al nosotros. El plural que hace que nos crezcan alas en el pecho. Libres y dependientes. Vulnerables. Preparados siempre para que nuestra piel hable. Happy. Pese a la melancolía del jazz. Lorca en Nueva York. Abrazos y despedidas. Dejar irse. Amar es también dejar que se vayan.
Todo esto y más está en la hermosísima película de Pablo Berger. Me atrevería a decir que la mejor española del año. Todo narrado con imágenes y música, con dibujos y sin palabras, con colores y líneas que nos emocionan. Una fábula. Una novela que es la vida misma. Un ejercicio maestro del detalle. Puro arte. Pura vida. Sin palabras. No se la pierdan. No se me ocurre mejor manera que acabar el año. Todos perros. Como en esa suerte de utopía imaginada por Sandra Harding. Amores perros en lugar de lobos humanos. Dreams.
PUBLICADO EN EL BLOG Quién teme a Thelma y Louise, Cordópolis:
Comentarios
Publicar un comentario