Siempre que se plantean dudas sobre si una determinada situación resulta denigrante o humillante para las mujeres, propongo que hagamos la prueba de situar en ese mismo contexto a un varón. Si en ese caso la situación nos resulta chocante, o ridícula, o incluso imposible en la práctica, será porque nos encontramos ante un evidente desequilibrio desde el punto de vista del género. Es la prueba que podríamos hacer con una gran mayoría de anuncios que vemos todos los días, o con las letras de las canciones que escuchan los y las adolescentes, o con buena parte de los comportamientos con los que muchos hombres tratan de demostrar que están por encima de las mujeres. Por lo tanto, si a ustedes les ha costado imaginar que en el programa de por las tardes de Canal Sur una presentadora cogiera unas tijeras y le cortara a Juan y Medio los pantalones hasta que le viéramos los calzoncillos, tenemos la prueba irrefutable de que lo que ocurrió hace unos días ante miles de espectadores fue un vergonzoso e indecente numerito mediante el que el presentador mimado de la cadena andaluza quiso demostrarnos una vez más que él está ahí porque lo vale y, sobre todo y ante todo, porque es hombre. Lo cual implica, según machistas como él, tener la capacidad y la oportunidad de someter a tratos humillantes a sus compañeras, cosificarlas con el objetivo de hacer unas risas y, además, ante las críticas, sentirse halagado por sentirse protagonista rutilante de los espacios que siempre han sido nuestros.
La impresentable actuación de este individuo, que por cierto lleva años haciendo programas de dudoso gusto que pagamos entre todos y todas, ha provocado la apertura de un expediente por parte del Consejo Audiovisual de Andalucía y, lamentablemente, muchos silencios, no sé si cómplices, entre quienes deberían haber sido los primeros y las primeras en manifestar que un señor que se permite esos lujos no es digno de estar en una cadena pública. Espero que el expediente no quede en una mera reprimenda, lo cual no haría sino avalar a quienes piensan que estamos exagerando con el asunto. Algo que es fácil de desmontar si tenemos en cuenta que ese momento televisivo forma parte de una larga cadena de actitudes, comportamientos y manifestaciones que todos los días nos demuestran que vivimos un mundo tremendamente desigual, en el que las mujeres son fácilmente convertibles en objetos y en el que nosotros nos seguimos creyendo con el derecho a usarlas y en el mejor de los casos a mantenerlas en un lugar accesorio. Lo terrible del numerito de la falda, al que podríamos usar otras muchas barbaridades que en estos años hemos podido ver en programas que capitanea el señor Y Medio, es que nos muestra cómo incluso en una televisión pública seguimos encontrando el rastro de un machismo rancio y que tan terribles consecuencias continúa hoy provocando en la autonomía de nuestras compañeras. Es justamente la suma de todas esas pequeñas violencias y discriminaciones, humillaciones y tratos vejatorios, la que genera un caldo de cultivo que alimenta un orden, el patriarcal, y la cultura que lo sostiene.
De ahí que sea tan importante y urgente que las instituciones y la sociedad en su conjunto no dejemos pasar ni una, que estemos alerta ante cualquier actuación que nos devuelva a la caverna y que exijamos de nuestros representantes una respuesta en consecuencia. Solo así podremos ir desterrando de nuestros procesos de socialización cualquier atisbo de supremacía masculina y solo así podremos poner las bases para construir una democracia donde mujeres y hombres seamos realmente equivalentes. Algo para lo que efectivamente necesitamos leyes y políticas públicas, pero también y sobre todo un compromiso férreo con el objetivo de desmontar un modelo de sociedad en el que sobran Juanes y Medios y en el que tanto faltan todavía mujeres empoderadas. Un concepto que, por favor, no confundamos, con el poderío que cada sábado demuestra en Canal Sur la incombustible María del Monte.
PUBLICADO EN DIARIO CÓRDOBA, 18-9-2017:
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/pantalones-juan-medio_1172287.html
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