Siempre que hago la pregunta entre mi alumnado de cuántas mujeres científicas conocen, como mucho me responden que a Marie Curie. Sucede igual cuando les pregunto por filósofas, ensayistas o incluso escritoras: es milagroso que conozcan más de una. Esta simple prueba nos demuestra cómo ellas continúan siendo invisibles en una historia escrita por los hombres y en una educación que sigue teniendo, me temo, una mirada radicalmente androcéntrica. Las mujeres siguen sin "estar", lo cual tiene, entre otras terribles consecuencias, que las más jóvenes carecen de referentes. Es decir, para que ellas sepan en lo que pueden convertirse necesitan también ejemplos que les marquen el camino. Algo que a nosotros, los chicos, no nos pasa, ya que de entrada tenemos referentes a los que seguir en todos los campos y muy especialmente en aquellos que suponen ejercicio de poder y autoridad.
Por todo ello tenía tantas ganas de ver la reciente película que una directora alemana Marie Noëlle ha realizado sobre la científica polaca. Con la esperanza de que el cine, con su poderosa capacidad para generar relatos colectivos, nos ofreciera, además de una bella historia, una herramienta para restaurar el vacío. Sin embargo, mi decepción ha sido grande. Creo que la enorme Marie Curie se merecía una mejor película. No puedo negar que el film tiene una primorosa ambientación, una fotografía y una música envolventes, una poderosa presencia de la actriz protagonista (Karolina Gruszka), pero en él se desaprovecha el enorme potencial narrativo que tiene la vida de la única mujer (y no sé si hombre) que ha ganado en dos ocasiones el Premio Nobel.
La película incide, por supuesto, en las dificultades que Marie tiene para desarrollar su carrera por el hecho de ser mujer. Pero todo está contado de manera tan desangelada, con tan poco nervio y como si se pretendiera soltar de vez en cuando una proclama feminista, que el mensaje de fondo acaba totalmente perdido. Nos faltan muchas claves para entender al personaje y a veces la denuncia que se hace de la misoginia con la que fue tratada cae en un didactismo que casa muy mal con lo que se pide a una narración cinematográfica.
Por otra parte, me parece muy discutible el acento que la directora pone en dos aspectos de la vida da la científica y que, paradójicamente, vendrían a contrarrestar la imagen de ella como mujer autónoma. Me chirría cómo se relata su dependencia emocional (amorosa) de Pierre y, sobre todo, me parece digno del peor culebrón cómo se nos cuenta su relación con el físico Paul Langevin. En este caso la película remeda al peor de los telefilms que nos podamos imaginar al incidir de manera obscena en la idea del adulterio (recordemos que el casado era él y ella era una mujer libre, por lo que si hubiera que repartir culpas él era el que estaba comprometido). Hay en el tratamiento de esta historia un tufillo machista que hace que el relato, desde mi punto de vista, naufrague.
Me quedo, pues, con algunos momentos brillantes, con esas escenas absolutamente pobladas por hombres y en las que emerge Marie como una pionera, o con esa conversación en la playa con Albert Einstein donde se nos lanza la idea de que la polaca no era solo la más inteligente entre las mujeres sino también entre los hombres. Todo lo demás me ha parecido una oportunidad absolutamente desaprovechada y que nos sigue reclamando la necesidad de construir, también a través de los relatos cinematográficos, una genealogía feminista.
PS: ¡Cuánto me he acordado por cierto al ver esta fallida película del hermoso libro de Rosa Montero La ridícula idea de no volver a verte!
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