A diferencia de lo que sigue ocurriendo en la gran pantalla, en la que todavía hoy es más complicado que las mujeres puedan contar sus historias y mostrarnos esa parte de la realidad que nuestra mirada androcéntrica continúa negando, las plataformas digitales se han convertido en los últimos años en un espacio en el que por fin podemos encontrar otras narraciones. Estos productos audiovisuales, en muchos casos impulsados y producidos por mujeres, con frecuencia por actrices que de otra manera tendrían muy complicado protagonizar las historias que les interesan, se están de alguna manera incorporando a los debates y a las luchas del feminismo en el siglo XXI. Pensemos en tres series muy recientes, en las que con distintos enfoques hemos visto en la pantalla las consecuencias de un proyecto político que instrumentaliza el cuerpo y las capacidades de las mujeres – El cuento de la criada-, la transversalidad de la violencia machista – Big Little lies – o la pervivencia de la cultura de la violación – Creedme.
En la ausencia de relatos que conforman nuestra cultura compartida destaca de manera especial la invisibilidad de lo que es y ha sido el feminismo, a lo que ha supuesto como movimiento social y como teoría, a las distintas etapas por las que ha atravesado el que es el proyecto político global más esperanzador. Por eso, entre otras razones, es tan recomendable la serie Mrs. América (HBO), que con una cuidadísima producción capitaneada por la que también es su protagonista, la gran Cate Blanchett, acompañada de un reparto de actrices extraordinarias, pone el foco en la política conservadora Phyllis Schlafly, que en los años 70 lideró en EEUU un movimiento de oposición a la denominada «Enmienda de Igualdad de Derechos» («Equal Rights Amendment»), que a día de hoy todavía está pendiente de aprobación definitiva. Además de ofrecernos un extraordinario retrato de las conquistas, tensiones y protagonistas del feminismo norteamericano de la época – Gloria Steinem, Betty Friedan, Shirley Chisholm, Bella Abzug o Jill Ruckelshaus -, Mrs. América nos habla del pasado pero también del presente. De una parte, la serie nos muestra cómo el movimiento feminista norteamericano de los 70 albergó una serie de debates, que incluso en muchos casos derivaron en conflictos, que nos dan muchas pistas sobre como esta propuesta ética y política vive siempre en ese filo necesariamente inestable de lo común compartido y las diversidades inevitables. En la serie aparecen cuestiones claves para el movimiento, como el lugar y las vindicaciones de las mujeres negras, o la no siempre pacífica integración de las lesbianas.
De otra parte, Mrs. América nos plantea cómo en la historia del feminismo han sido habituales las reacciones frente a las conquistas igualitarias. Algo que explicó muy bien Susan Faludi en su libro Reacción y que recientemente ha sido objeto de una imprescindible tesis doctoral, publicada por Tirant lo Blanch, titulada La máquina reaccionaria. La lucha declarada a los feminismos, y de la que es autora María Ávila Bravo-Villasante. Unas reacciones que no solo se producen por parte de los hombres agraviados sino también en muchos casos por sectores de mujeres que, como las capitaneadas por Schlafly, defienden una identidad femenina que, según ellas, las conquistas igualitarias pondrían en peligro. Una resistencia que lamentablemente nos resulta muy familiar en este 2020 donde todas las alertas feministas deberían estar encendidas ante al progresivo avance de proyectos políticos que tienen en su agenda una guerra contra la igualdad, y en los que es fácil identificar dignas herederas de Phyllis Schlafly, una mujer que, es su gran paradoja, pudo hacer lo que hizo gracias al feminismo.
Publicado en la Web de CLÁSICAS Y MODERNAS:
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