La semana pasada tuve la suerte de participar en un curso sobre las amenazas que el neoliberalismo representa para los derechos de las mujeres. Dirigido por Ana de Miguel y Lina Gálvez, en él se dejó claro que cuando hablamos de esa versión extrema del liberalismo no solo lo hacemos de un (des)orden económico sino también de una ideología. El mercado ha encontrado su mejor aliado en unas estructuras patriarcales que, pese a las conquistas jurídicas en países «privilegiados» como el nuestro, pervive y enseña sus garras frecuentemente. El hombre económico –referente político y social también-- ha encontrado el escenario perfecto para mostrar sin disimulos sus fauces depredadoras y para imponer sus capacidades y habilidades como universales. De esta manera, se prorrogan y consolidan los privilegios masculinos y, en paralelo, la subordinación femenina.
Ante las amenazas que para la igualdad de derechos representa el neoliberalismo, desde todas las perspectivas y muy singularmente desde el punto de vista del género, las respuestas no son simples, pero ello no quiere decir que no existan. Sobre algunas de ellas debatimos en el curso organizado por la Universidad Pablo de Olavide en su sede de Carmona. Así, de manera insistente, se reivindicaron las leyes como mecanismo de protección y como herramienta que nos permite reaccionar frente a abusos. Lo cual es tanto como reivindicar las potencialidades del Estado de Derecho frente a los «estados de naturaleza» que administran la oferta y la demanda. En definitiva, se trataría de reactivar y de dotar de contenidos a los tres adjetivos que aparecen en el artículo 1 de nuestra Constitución: social, democrático y de Derecho. En ellos reside la clave que nos permitirá frenar los excesos liberales. Se trataría, nada más y nada menos, que de recuperar el carácter garantista del constitucionalismo y de asumir como ética democrática ineludible la garantía de los derechos de las personas más débiles.
La ideología neoliberal está a su vez alimentando un falso presupuesto: la creencia de que la conquista de la libertad individual, entendida en un sentido formalista y por supuesto patriarcal, nos garantiza a todas y a todos capacidades y poderes para desarrollar nuestros proyectos vitales. Bajo el mito de la libre elección, como acertadamente lo ha denominado Ana de Miguel, a duras penas se ocultan explotaciones, ejercicios de dominio masculino y, en consecuencia, la extrema vulnerabilidad de quienes, como las mujeres, solo han alcanzado una ciudadanía precaria. Frente a este proyecto ético neoliberal, la respuesta también debería ser rotunda: el feminismo como propuesta emancipatoria capaz de impugnar cualquier orden en el que una persona, por su razón de su sexo, sea excluida del igual acceso y disfrute de derechos y bienes. Es decir, ahora más que nunca, es necesario reivindicar y asumir que feminismo y democracia van de la mano, que todas y todos somos incluso más feministas de lo que creemos porque gracias a este movimiento y a esta teoría hoy disfrutamos de democracia en esta parte privilegiada del planeta, y que cometeríamos un error si acabamos diluyendo el sujeto político en una interminable lista de agravios. Es decir, si olvidamos que la igualdad es el nervio que permite que el músculo de los derechos esté siempre en forma.
El diagnóstico está hecho. Algunas herramientas están claras. Solo queda dar el salto a la acción política y que, sobre todo, los actores con capacidad para transformar las estructuras y las instituciones asuman que sin la revolución feminista el futuro quedará en entredicho. Para ello podríamos empezar por denunciar, como reivindica Alicia Miyares, las posiciones claramente antifeministas. Algo que especialmente debería hacer una izquierda que en gran medida sigue traicionando a las mujeres desde el momento en que antepone diversidad a igualdad, desconociendo que la primera sin la segunda solo provoca una suma de ruidos al tiempo que legitima que los deseos individuales puedan considerarse derechos.
Las fronteras indecisas, Diario Córdoba, 11 de julio de 2016
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/feminismo-vs-neoliberalismo_1058680.html
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