A todas las madres
Con esta dedicatoria terminan los títulos de crédito de la primera película de Paco León, justo antes de que nos regale la sorpresa de una escena final que deja claro, para quien a esas alturas no lo tuviera, el mucho talento de los Barrios-León. Este experimento cinematográfico - uno no sabe muy bien si es pura ficción, documental o un falso documental - tiene dentro de sus poco más de 70 minutos de duración mucho más talento, fuerza y vida que la mayoría de las películas que arrasan en las taquillas. Este retrato de una "madre coraje" - pero no sólo, porque lo es también de todo un microcosmos en el que juegan un papel esencial los secundarios - nos interpela a las emociones, a las tripas, para mostrarnos una mirada tierna y al mismo tiempo descarnada sobre esa vida cotidiana que con frecuencia es tan puñetera. Y lo hace a través del derroche de una mujer que, como tantas otras en todos los tiempos, es la que lleva el timón de una familia que sin su brújula estaría no ya a la deriva sino perdida en las profundidades. Lo que realmente nos es está contando Paco León, con humor pero también con el dramatismo que hay tras las sonrisas, es la historia de esos matriarcados no explícitos, no reconocidos, en los que son las mujeres las que demuestran más valentía, poderío y lucidez que unos hombres atrapados en el personaje que los define. En este sentido, el monólogo del marido de Carmina podría sustituir a las muchas páginas que en los últimos años se están escribiendo sobre el varón patriarcal. Un hombre que, finalmente, nos inspira cierta ternura porque descubrimos con facilidad que es un desgraciado, un "pobre hombre", víctima de sí mismo y del orden patriarcal que no se atrevió o no pudo desafiar.
Carmina es, por una parte, prisionera de un mundo que le ha tocado vivir y que le ha asignado un determinado lugar, pero al mismo tiempo es una mujer que se sirve de las reglas de ese mundo para saltárselas. Para ponerlas a su favor. Para hacer algo de justicia en medio de unas estructuras que normalmente no están de su parte. Y lo hace con esa sagacidad propia de las mujeres que siempre han tenido que urdir mil tramas para sobrevivir. Y con esa concepción de su función protectora y reparadora de la que tanto saben las que llevan siglos dedicadas a cuidar de los demás, incluso a veces olvidándose de cuidar de ellas mismas.
Es evidente que la tremenda fuerza de esta película, más allá de su más que notable guión y dirección de un talentoso Paco León, radica en la mujer que nos seduce desde su primera aparición. Las que nos hace partícipes de sus monólogos mientras que se come una bandeja entera de yogures, la que nos transmite su alegría y sus pesares, la que nos interpela como si todos los espectadores fuéramos la cabra Marifé. Y aunque la historia está llena de momentos desternillantes - esa conversación impagable con la amiga mitómana, la visita al hospital tras el lavado de vagina - , en el fondo de la guasa existe un poso intenso, melodramático, incluso angustioso. Porque lo que la película nos está contando es la dureza de la vida, la dureza y su belleza, y el terrible ejercicio del ser humano para no dejarse engullir por ella. Hay, además, un retrato lleno de sutilezas sobre una manera de entender la familia, la sociedad, las relaciones, que es fácil reconocer en los pueblos y ciudades del Sur. Sin caer en el tópico ni el chovinismo, Paco León también nos está retratando como colectividad. Aunque esa imagen queda en un muy segundo lugar ante la fuerza arrolladora de una Carmina que, con su desgarro, con su pintura corrida, con sus kilos demás, nos seduce al insistirnos que, pese a todo, la vida merece la pena. Una lección que, indudablemente, muchas madres coraje como ella nos pueden enseñar.
Bello análisis, como siempre. Uno va al cine por recomendación de familia o amigos o porque la publicidad así lo impone. Prefiero seguir lo "primero". Es la mejor referencia.
ResponderEliminarMagnífico texto, compa Octavio; incides en una dimensión social, o colectiva, en la que ya no había reparado tanto, la verdad, mientras veía la peli (quizá subyugado, o engatusado, por ese poderío desvergonzado que se marca doña Carmina; supongo...). Pero se trata de un apunte indispensable para entender bien y al completo una propuesta tan sui géneris como ésta.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y buena semana.