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DIAMANTI. El vaginódromo de Ozpetek

 



Hay directores de cine y de teatro que usan a las mujeres como si fueran muñecas a las que ponen y quitan vestidos espectaculares, a las que convierten en heroínas de historias de amor y desamor, a las que transforman en divas bellísimas e intensas, a las que fotografían con tonos que subrayan sus rasgos, a las que les ofrecen monólogos con frases brillantes, a las que, en definitiva, usan como objeto de unas fantasías que tal vez tenga que ver con unas infancias en que ellos se vieron obligados a renunciar a la feminidad. Son como los vestidores de vírgenes de nuestra Semana Santa que, a mi parecer, confunden a la Macarena con una especie de Nancy a la que ir cambiándole el modelito según la temporada. Es el caso de muchos “genios” homosexuales que incluso han tenido y tienen actrices fetiche con las que juegan como si el plató o el escenario fuera una gigantesca “casa de muñecas”. Así lo podemos comprobar en buena parte del cine de Pedro Almódovar, en los montajes teatrales de directores como José Carlos Plaza y en buena parte del cine más clásico donde los genios masculinos se recreaban en mujeres que, lejos de ser agentes, no eran más que siluetas dibujadas por ojos de varón. En esta dinámica de creadores gais, en los que incluso podríamos analizar hasta qué punto alimentan una más o menos sutil misoginia, destaca sobremanera Ferzan Ozpetek. El director turco-italiano, al que algunos medios de manera absolutamente desproporcionada comparan con Almodóvar, nos deslumbró hace unos años con películas hermosas y cuidadísimas hasta el último detalle –
 Haman, el baño turco; Las hadas ignorantes; La ventana de enfrente -, aunque posteriormente su cine fue derivando a una constante repetición de historias y de excesos estéticos que fueron restándole progresivamente interés. Especialmente empeñado en mostrarnos las complejidades, a veces muy en tono de “drama queer”, de las identidades gais y de otras disidencias sexuales, e insistente en retratos plurales de mujeres y en el valor, personal y político, de lo que hoy conocemos como sororidad, sus películas repiten constantes que las hacen reconocibles hasta para el espectador menos espabilado. Entre ellas, cuerpos masculinos de una belleza rotunda y sin pudor exhibicionista, personajes femeninos entre las sufridoras de toda la vida y las aparentemente liberadas, una fotografía que envuelve las historias en un tono de fantasía, la pasión por las comidas compartidas como lugar de encuentro y celebración, así como, y no menos importante, el recurso a unas bandas sonoras repletas de canciones italianas de siempre (entre las que nunca puede faltar la enorme Mina). Todos estos ingredientes mezclados en una coctelera que mueve con un ritmo a mitad de camino entre el culebrón de toda la vida y las series sexualizadas de Netflix dan lugar a productos resultones, tal vez irresistibles para un sector del público gay y para señoras que buscan el cine amor, lujo y drama desgarrado, con algunas notas de humor, pero sin pasarse, no vaya a ser que de las risas se dé el salto a la revolución. Todo, pues, muy aburguesado y complaciente. En las antípodas, para que me entiendan, del “orgullo crítico”.

 

La última película de Ozpetek, todo un éxito de taquilla en Italia, ha llegado a nuestros cines después de que sus últimas producciones no se estrenaran en España y pasaran directamente a las plataformas. En Diamanti, título que describe el valor que para él tienen las protagonistas de la historia, el director hace un homenaje a un cine que ya no existe y muy especialmente al papel que en él tenían las diseñadoras de vestuario y quienes se encargaban de ejecutar sus maravillosas y a veces delirantes ideas. Es decir, la película nos muestra, con aires se una de esas series que tanto le gusta ver a mi madre por las tardes, ese espacio femenino y feminizado en la industria cinematográfica, en el que las mujeres están al servicio de las mentes productoras y creadoras de genios masculinos. Las historias cruzadas de las mujeres que conviven en un taller regentado por dos hermanas y que se dedica a coser trajes para películas y obras de teatro constituyen el esqueleto de una película en la que no falta de nada: amores imposibles, dramas familiares, sororidad y manteles compartidos, violencia de género, aparente liberación femenina. Y, por supuesto, aunque en este caso en un segundo plano, cuerpos masculinos esculturales y rostros bellísimos de varones, bien dispuestos para la contemplación gozosa de mujeres y hombres gais. Puro Ozpetek. 

 

Diamanti es una película agradable de ver, cuidadísima hasta el último detalle en todo lo relacionado con ese microcosmos de la costura e interpretada por un conjunto de actrices memorables, a las que el director les ofrece la oportunidad de lucirse, como mínimo, en una escena. El problema es que son tantos los tópicos que se suceden, tan forzada la supuesta mirada emancipadora que el genio masculino pareciera querer mostrarnos sobre un grupo de mujeres de hace unas décadas,  tan insistente el esfuerzo por que cada fotograma nos parezca más bello que el anterior, que el resultado tiene un valor tan efímero como el de una deliciosa bola de helado en una tarde de verano. Para colmo de narcisismo, otra marca de la casa, la película parte del mismo proceso creativo del director con las actrices del reparto y se cierra con un prólogo que da un poco de vergüenza ajena porque, de alguna manera, viene a decirnos que, por encima de tan maravillosas mujeres, el centro del relato es el director. Y que ellas no son más que libélulas que lo rodean, en una suerte de “vaginódromo” donde las mujeres parecen animalillos movidos por las manos del que tan bien sabe manejar las marionetas. En una carrera no tanto por demostrarnos que son sujetas y libres sino más bien por no defraudar su rol de fantasmas en la mente tan androcentrada del creador que les ha dado vida. 


Publicada en el Blog Quién teme a Thelma y Louise, de Cordópolis:

https://cordopolis.eldiario.es/blogopolis/blogopolis-quien-teme-a-thelma-y-louise/diamanti-vaginodromo-ozpetek_132_12442953.html


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