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LAS GRIETAS DEL DAVID

Florencia, 3 de mayo de 2014


Vuelvo a la Galería de la Academia justo cuando toda la prensa mundial habla de las fisuras descubiertas en los tobillos del David de Miguel Ángel. Justo cuando se cumplen los 450 años de su muerte. Esas fisuras pueden ser una doble metáfora. De un parte, de las grietas que el Humanismo está sufriendo en su cuerpo maltrecho por la evolución de una humanidad que parece haber perdido el eje de la igual dignidad de los individuos. De otra, las que poco a poco se van extendiendo por el cuerpo de un hombre, entendido en el sentido estricto de individuo masculino, que, en muchos casos desconcertado, asiste a la erosión de la virilidad patriarcal. De ese modelo prorrogado durante siglos y que en momentos clave para la Humanidad como el del Renacimiento o el de la Ilustración encontró acomodo, aún entrando en contradicción con los principios universalistas y emancipadores del ser humano que al menos en teoría se defendieron, con distinta intensidad y consecuencias, en ambos momentos.

Pensaba en esta muestra más de la "universalidad sustitutoria" de lo masculino mientras paseaba por la bella Florencia y caía rendido de nuevo a los pies de su Piazza della Signoria, de su Arno que tiene diferentes colores según la hora del día y el clima que haga o de ese rastro de la historia, tan llena de hombres artistas, que uno encuentra en cada rincón. Leía en paralelo una interesante obra colectiva que el otro día descubrí e la Biblioteca universitaria: Uomini e corpi. Una riflessione sui rivestimenti della mascolinità. Un interesante volumen coordinado por Elisabetta Ruspinni en el que se pone de manifiesto la estrecha ligazón entre el cuerpo, la masculinidad y el arte. Hasta el punto que ambos elementos alcanzan una lectura política y son el reflejo de unas estructuras de poder que definen la vida de la ciudad. 

El cuerpo del hombre plasmado en la escultura, por supuesto, pero también en la arquitectura - el alma de las ciudades continúa siendo masculina - , como en el siglo XX en la fotografía o el cine. El hombre atlético, vigoroso, preparado para la acción y educado para el ejercicio de la autoridad. Tanto en lo público como en lo privado. El guerrero, el atleta, el político, el filósofo.  El que ocupa un espacio público diseñado a su imagen y semejanza. El poder terrenal como reflejo del poder de los dioses. Mientras, ellas, ausentes, esperando, las eternas Penélopes, madres y esposas sufrientes. Anónimas mujeres sin calles ni plazas. Solo las putas tenían derecho a ellas. Mujeres casi siempre reflejadas en el arte en actitud pasiva, silente, adormecidas, como objetos, casi nunca como sujetos. Por ellas los hombres se baten en duelo. Ellas carecen de subjetividad. Son en función de los hombres a los que aman y sufren. Y, paradójicamente, aparecen en el arte personificando virtudes que luego son los hombres los que debían poner en acción o bien conculcar. La Naturaleza y las virtudes: dos espacios de las mujeres también cuando eran representadas. Las mujeres en la tumba de Lorenzo de Médicis. La piedad, siempre la piedad.

El cuerpo del hombre se convierte en una herramienta política. No digamos en épocas de dictaduras y de negación de derechos. Los fascismos se apoyaron en gran medida en el culto a un cuerpo de hombre que reflejaba la virilidad patriarcal, la fuerza enérgica, la violencia como virtud. Los camisas negras, los atletas de Hitler, las milicias universitarias de la época franquista. Gimnasia, competición, desnudez. Bajo un halo de paradójico regodeo en un deseo homoerótico, claro. El poder político en alianza con el religioso. La suma perfecta para hacer eterno el patriarcado.

El hombre que rapta, que repudia, que mata cuando hace falta, que vigila el honor y sanciona los delitos y los pecados. Mientras que las mujeres mantienen las tradiciones y las costumbres, cuidadoras de los vínculos afectivos, con honra pero sin honor, sin control sobre su cuerpo y sexualidad, ellos definen las reglas y marcan las fronteras. El Derecho, el Urbanismo, la Ciencia, los Saberes, la Religión, la Justicia son obra de ellos y guardianes de sus intereses. Aunque paradójicamente el arte les ponga a veces cuerpo y rostro de mujer.

El rastro de ese hombre que empuña la espada y dicta sentencias ha continuado su andadura por lo siglos de los siglos. Y ha llegado, eso sí, con múltiples erosiones, a las sociedades del siglo XXI. El macho que ordena y manda. Berlusconni, por ejemplo. Es fácil encontrar los rastros patriarcales en una sociedad tan tradicional y machista como la italiana. Por más que las mujeres hayan avanzando y alcanzado los espacios que no les correspondían, por más que muchos hombres se hayan dado cuenta de los errores monstruosos de su poder jerárquico, el patriarcado se resiste a desaparecer. Y los medios, la publicidad, la política, la economía, lo certifica. Porque la alianza capitalismo, democracia (mejor dicho, sucedáneo de ella) y patriarcado parece irrompible. O al menos costará más de lo que muchos desearíamos. Y todo ello porque en momentos claves de la
evolución del ser humano, y de las estructuras sociales generadas por él para la convivencia, y por lo tanto también del orden cultural reflejo de ellos, la revolución no se produjo. Al contrario, se mantuvo la diferenciación jerárquica entre nosotros y ellas, se insistió en el papel del hombre como definidor de lo humano y se asumió su rol de paradigma y referente. El hombre heterosexual, el diligente padre de familia, el proveedor y el soldado.  El dios en el cielo y en la tierra. Por más que muchos de los que por ejemplo en el Renacimiento se encargaron de consolidar esa imagen fueran hombres que, como Leonardo, Miguel Ángel o Botticelli, no encajaran en los patrones del señor del universo. En esa perversa paradoja de la historia tal vez podamos hallar la clave para repensar la masculinidad y, con ella, la Humanidad. En el revolucionario deseo del que seguramente brotó la furia, la cólera incluso y, sobre todo, la intensidad creativa, de hombres como los citados. Hombres que amaron a hombres y a mujeres, que vivieron turbias y no siempre bien vistas pasiones, que desafiaron incluso los poderes establecidos, aunque con su obra confirmaron que el humanismo renacentista tenía rostro de varón.

Publicado en el BLOG MUJERES de EL PAÍS (27-5-2014):
http://blogs.elpais.com/mujeres/2014/05/las-grietas-del-david.html#more

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