A todos y a todas los que contemplan el feminismo con una evidente carga de
prejuicios, los cuales suelen ser fruto en la mayoría de las ocasiones de una ignorancia cultivada, me gusta insistirles en que será posible debatir con ellos y con ellas cuando se hayan acercado, siquiera mínimamente, a la vasta teoría que aquél lleva produciendo desde finales del XVIII. Me continúa sorprendiendo todavía hoy la ligereza con la que se juzga no sólo un movimiento sino también toda una construcción teórica que debería estar a la misma altura que otras que gozan del reconocimiento social y científico. Confieso que llevo años leyendo y estudiando todo lo que el feminismo ha aportado a la democracia, y más en concreto a la teoría jurídica, y todavía descubro lagunas, autoras a las que debo acercarme y miradas que me ofrecen nuevos interrogantes. Ha sido tanto lo que he aprendido, y lo que he crecido gracias al feminismo no sólo como jurista sino sobre todo como persona, que no puedo estar más que agradecidísimo a todas esas maestras que me han hecho y me hacen crecer. A las que sigo acudiendo cuando me faltan razones. Esas que me han abierto tantas ventanas y sin las que mis escritos andarían huérfanos.
Una de esas mujeres es sin duda Marina Subirats. He leído y releído lo mucho y bueno que ha escrito sobre coeducación y, sobre todo, aún sigo volviendo la mirada al magnífico libro que hace unos años escribió mano a mano con Manuel Castells sobre las relaciones entre mujeres y hombres. Esta semana, y por uno de esos momentos mágicos que nos depara el destino, Marina presentaba en la Librería Alibri de Barcelona su nuevo libro el mismo día que yo debatía sobre el mío en el Colegio de Abogados. No quise perder la oportunidad de acercarme y saludarla personalmente. Y, entre otras cosas, darle las gracias por lo mucho que su obra inteligente me ha aportado como ciudadano.
Marina presentaba un nuevo libro cuyo título es suficientemente significativo: "Forjar un hombre, moldear una mujer" (Aresta Mujeres). En la presentación llamó la atención sobre algo en lo que yo también insisto últimamente: en cómo pervive, de manera tal vez más refinada, el orden cultural del patriarcado y cómo las nuevas generaciones siguen reproduciendo peligrosamente roles y estereotipos. Hemos fallado pues en muchas cosas y la principal en la educación, entendida como tal no sólo la formal que se realiza en la escuela sino la que se proyecta a través de los diferentes ámbitos de socialización del individuo. Un tema que la Subirats conoce a la perfección, de ahí la necesidad de recuperar su voz cuando en este país volvimos a reabrir debates que ya creíamos superados y cuando la igualdad corre el riesgo de ceder ante el peso de la sostenibilidad.
Fue un placer, Marina. Espero seguir aprendiendo de ti y espero volver a coincidir contigo en alguna librería, el mejor lugar para intercambiar no sólo pensamientos sino también emociones.
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