DIARIO CÓRDOBA, Lunes 4 de junio de 2012
Cada día que pasa me pregunto con más inquietud si el curso próximo seré capaz de explicar a mi alumnado con un mínimo de convicción los fundamentos del Estado constitucional, las reglas de la democracia o las bondades de la Unión Europea. Imagino que como sucede a la mayoría de ciudadanos, crece en mí la sensación de que el suelo que pisamos no es firme, que todo se ha vuelto líquido y que mi libertad es apenas un espejismo ante la expansiva inseguridad. Todos los paradigmas en los que con fe cívica había creído se desmoronan y, a estas alturas, apenas sí encuentro nada a lo que agarrarme. Y me da miedo el estado de ánimo que me/nos empequeñece y la ruina de los sueños que un día nos hicieron confiar en el que el futuro solo podía discurrir por los cauces de un Estado social y democrático de Derecho.
Es sangrante comprobar como, en paralelo a la pérdida progresiva de bienestar y justicia social, nuestras instituciones, casi sin excepción, dan muestras de un deterioro que me ha hecho pasar de la indignación a la ira. Libertad con ira que es como no tener libertad. En ningún otro momento de nuestros 30 años de democracia se sumaron tantos ejemplos de falta de honestidad y de pérdida del norte. La crisis, que más que económica es ética y política, ha dejado al descubierto las miserias de una partidocracia que durante décadas ha alimentado la mediocridad y el sectarismo, al tiempo que nos ha dejado en manos de unos profesionales de lo público que, justo ahora, se quedan con el culo al aire. Mientras que duró la bonanza, y nosotros mismos estuvimos anestesiados por la ficción de creernos nuevos ricos, pasaron desapercibidas sus limitaciones y su escaso sentido del bien común. Y aunque el origen de la crisis pueda estar en algo tan etéreo como los mercados financieros, nuestros representantes fueron cómplices, en mayor o menor medida, de los desmanes cometidos y, sobre todo, de haber mantenido a los poderes privados al margen de los controles del Estado de Derecho. Entre otras razones, me temo, porque muchos de ellos se estaban beneficiando de las opacidades del sistema.
Tal vez una de las consecuencias más positivas de esta crisis sea la depuración de los regímenes democráticos y, muy especialmente, de los criterios que hasta ahora han regido la vida pública. Un ámbito que debería estar regido por la ejemplaridad, la transparencia y los controles efectivos del ejercicio del poder. Algo que ahora mismo nos parece ciencia ficción en el contexto de un parlamentarismo que, reducido a caricatura, debería modificar el adjetivo de "racionalizado" por el de "desvergonzado". Una situación en la que también nosotros tenemos nuestra parte proporcional de responsabilidad, ya que durante mucho tiempo renunciamos al ejercicio de una ciudadanía exigente y comprometida, militante, a la altura de un sistema de gobierno que exige no solo normas jurídicas sino también principios éticos.
No sé si cuando llegue el nuevo curso mi/nuestro estado de ánimo habrá dado un vuelco. Ahora mismo, y contradiciendo la Euforia que ganó Eurovisión, lo que percibo dentro de mí y alrededor es un estado más próximo a la disforia, es decir, una mezcla de tristeza, inquietud y ansiedad que me paraliza. Un estado que, en muchos casos, dicen los expertos, puede conducir al suicidio. Ese que, en su vertiente cívica, nos tienta cuando escuchamos la comparencia de Dívar, cuando constatamos cómo el Parlamento renuncia a su papel de controlador o cómo los partidos no son capaces de mirar más allá de su ombligo y parecen no asumir que es hora de sumar y no de restar, cuando comprobamos como el Gobierno carece de liderazgo y, lo que es peor, de brújula. Esa que parece haber perdido un emperador que se ha quedado desnudo ante la mirada perpleja de sus súbditos.
El Gobierno carece de liderazgo, de brújula y de verguenza.... oir a la Cospedal diciendo que "ahora no es el momento de hacer una comisión de investigación en el tema de Bankia", aparte de provocarme nauseas, dice mucho de la catadura moral y política de los amigos especialistas en echar la culpa a los "otros".... ¡¡Qué poca memoria quiere aparentar ésta gentuza cuando decían que Europa no confiaba en España por culpa del Gobierno socialista y de Zapatero". ¿En quien desconfia Europa para estar peor que hace 1 año? Lo malo es que yo tampoco confío en los que desconfian...
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