No sé ustedes pero yo a estas alturas de campaña, que recordemos empezó realmente en el otoño del pasado año, estoy más que aburrido. He pasado de la indignación al hartazgo y entre medias ando totalmente desubicado frente a un horizonte, el del 26-J, que me está haciendo dudar más que ninguna otra convocatoria electoral. Tal vez esta incertidumbre sea un síntoma, dirán algunos, de salud democrática y de un reactivado pluralismo que nos plantea más opciones. Yo, sin embargo, y aunque pueda parecer paradójico, solo veo repetirse lugares comunes, viejas estrategias aunque lleven corbatas nuevas y frágiles liderazgos agigantados por unos medios que a duras penas disimulan sus miserias.
Mi indignación como ciudadano se debe en gran medida a la sensación que tengo de ser tratado como un menor de edad. Un niño al que es fácil engañar poniéndole un caramelo en la boca, al que no es difícil chantajear emocionalmente y con el que incluso es mejor no razonar demasiado y dejarse llevar por la inmediatez de los deseos. Cuando nuestros representantes deberían ser los que estuvieran dando buen ejemplo de civismo, mucho más en el caso de los que han saltado a la arena pública con el propósito mesiánico de regenerarla, descubrimos que han transformado la palabra y solo alterando una letra han asumido como lema el cinismo. Solo desde esa posición puede entenderse, por ejemplo, que Rosa Aguilar se lamente de cómo sus excolegas de IU se han vendido por unos sillones a Podemos. Algo que imagino ella lo reflexiona desde su propia experiencia de animal político que parece nacido solo para ejercer poder, con independencia de que para ello sea necesario traicionar convicciones, compañeros o electores. Con consejeras así lo que me resulta extraño es que el PSOE continúe preguntándose por qué la ciudadanía se aleja cada vez más de ellos y por qué están a punto de perder la posición hegemónica que durante décadas tuvieron en la izquierda. No estaría mal que, para empezar, analizaran cuántas veces se han traicionado a sí mismos y a su electorado, en qué medida han perdido el norte (o el sur, mejor dicho) de lo que debería ser un programa político cómplice de los vulnerables y no de los poderosos, y hasta qué punto están en una encrucijada de la que no podrán salir mientras que no recuperen el pulso de las convicciones y construyan nuevos liderazgos. En este sentido, no estaría de más recordar en plena campaña que en Andalucía el gobierno socialista está apoyado por la derecha, así, sin adjetivos, que representa Ciudadanos. Tal vez para salir de ese círculo vicioso, en el que se encuentran constreñidos por ambos extremos del arco político, necesiten una larga travesía por el desierto en la que sería esencial que fueran dejando por el camino a los que han hecho del partido su modo de vida. Todo ello al tiempo que superan narraciones y estilos que dieron sus frutos hacen 20 años pero que hoy apenas dicen nada en una sociedad que poco tiene que ver con la que encumbró a González y compañía.
Las corbatas, por cierto horrorosas, de Iglesias, el catálogo de socialdemocracia nórdica, el corazón digno del Festival de Eurovisión o los cerca de 300 años que nos contemplaron en la presentación en Córdoba de Unidos Podemos, son solo algunos ejemplos de cómo en esta campaña se nos vuelve a tratar como si fuéramos idiotas, en el sentido griego pero también en el actual del término. Todo ello por no hablar, claro, del merengue que bailan los del PP o de cómo alguna televisión usa y abusa de los menores para vendernos la supuesta cara más amable de los políticos. La mejor prueba de cómo el espacio público se ha infantilizado y como pareciera que estamos ante una elección de delegados de clase. Una elección en la que, no lo olvidemos, ellas no existen, aun siendo más de la mitad de la clase.
LAS FRONTERAS INDECISAS, Diario Córdoba, 13 de junio de 2016:
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/no-somos-idiotas_1049890.html
Comentarios
Publicar un comentario