En mi proceso de superación de la masculinidad heredada, no ha sido fácil reemplazar tanto genio machote que durante décadas forjó mi identidad. Mientras que me ha resultado relativamente fácil incorporar a mi biblioteca las voces de tantas mujeres de las que nunca me hablaron, ando todavía en la tarea de nutrirme de una genealogía de varones disidentes, contestatarios, rebeldes frente a los barrotes de la jaula de la virilidad. En este sentido, uno de los descubrimientos recientes ha sido el de Agustín Gómez Arcos , un completo desconocido en la memoria castrada de este país nuestro y uno de esos espejos en los que he podido leerme a mí mismo. En esa especie de singular epifanía que uno siente cuando al leer un libro, o rastrear una trayectoria, termina por abrazar ese reverso propio que nos resistíamos a querer. El almeriense Gómez Arcos, que vivió buena parte de su vida exiliado en Francia, donde siempre gozó de reconocimiento y autoridad literaria, es uno de eso...
Cuaderno de bitácora de Octavio Salazar Benítez