La última película de Agustí Villaronga es la mejor española que he visto en los últimos meses. Rodada con un pulso exquisito, con un cierto aire de fábula, la película es desasosegante, duele, emociona, atrapa. Y aunque se sitúa en el contexto de la dura posguerra española, su mirada va más allá. "Pan negro" es un retrato punzante sobre la maldad de la naturaleza humana, sobre la dificultad del perdón, sobre las batallas interminables entre vencedores y vencidos. Todo ello a través de la mirada de unos niños obligados a perder la inoncencia con rapidez - estupendos todos los actores y actrices infantiles - y del protagonismo de una mujeres que son doblemente víctimas - maravillosas todas las actrices, prácticamente desconocidas, salvo Laia Marull, y sobre todo la que interpreta a la madre del niño protagonista: soberbia. Hay mucho de drama "lorquiano" en algunos momentos de la película (esas mujeres de luto, con velos negros, esa escena tan teatral en el entierro...) y mucho también del imaginario con el que hemos construido la contradictoria alma de este país nuestro.
Villaronga vuelve a lo que son las obsesiones de su obra - la perversión del alma humana, las contradicciones, los fantasmas de familia, las víctimas - y construye una película tensa, artísticamente impecable, dura como un puñetazo en el estómago, pero llena también de momentos mágicos, de poesía (ese chico gay disfrazado de ángel, el chico tísico al que el protagonista le lleva comida, ese bosque que parece de un cuento, la tía Enriqueta que bien podría ser la Adela de "La casa de Bernarda Alba").
No sé si triunfará en los Goya, pero creo que debería arrasar. Por lo que cuenta y por como lo cuenta. Por no ser una película más sobre la posguerra. Por contarnos una historia sobre nosotros mismos y usando un lenguaje propio. Por la contención que el director logra ante un material que podría haber derivado en un exceso intragable. Y porque tiene uno de los finales más duros que yo recuerdo del cine español...
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