Hay en la poeta una fragilidad paradójicamente poderosa. Su mano escribe con firmeza, como quien busca llegar a través del papel hasta las entrañas de la tierra. Cuando pareciera que su cuerpo de abuela niña está a punto de caer desde la terraza, es como si en su espalda de amazona brotaran unas alas. Sepultado al fin el ángel del hogar, la esposa y madre que es capaz de ponerse al mundo por montera. La Diana que se hace dueña del bosque. Todas esas mujeres habitan y se multiplican en la voz de una poeta que parece haberle ganado mil batallas al dolor. La voz de Juana Castro, esa cordobesa de Los Pedroches empeñada en confundir las ideas con lenguas de fuego que calientan pero que no queman, ha vuelto a ofrecernos un trozo de sí misma como quien comparte pan y peces. Su Antes que el tiempo fuera, reconocido con el XXV Premio de Poesía Ciudad de Córdoba Ricardo Molina, y que acaba de presentar en la Feria del Libro, es otra evidencia más de cómo la madre y la abuela, la que tambi
Cuaderno de bitácora de Octavio Salazar Benítez