Las fronteras indecisas, Diario Córdoba
Lunes, 22 de junio de 2015
Lunes, 22 de junio de 2015
Recuerdo que, cuando mi hijo era pequeño, no lograba identificar el masculino de la palabra alcaldesa. Como tanto en Córdoba como en nuestro pueblo era una mujer la regidora municipal, ni en su imaginario ni en su lenguaje cabía el cargo en masculino. Esta simple anécdota nos demuestra cómo en términos de democracia paritaria es esencial que las mujeres estén, que se las vea ocupando puestos de poder y que, de esa manera, se vayan revisando los paradigmas que durante siglos opusieron masculino y femenino. Ahora bien, la presencia de una mujer en lo público no es garantía de que ejerza de manera distinta el poder, ni mucho de que se comprometa con unas políticas transformadoras desde el punto de vista del género. Podríamos poner muchos ejemplos de mujeres con poder que han seguido las mismas pautas que sus colegas varones y que incluso los han superado en la repetición de los esquemas patriarcales. Un ejemplo muy cercano lo tuvimos en nuestra propia ciudad, en la que su primera alcaldesa, hoy flamante consejera de Cultura, no se caracterizó precisamente ni por sus medidas rompedoras en materia de igualdad ni mucho menos por unos modos alejados de los propios de quienes suelen apoyarse en su testosterona como razón de peso suficiente para la toma de decisiones. En este sentido, el par de ovarios acaba siendo equivalente al par masculino.
Espero que ahora, cuando de nuevo volvemos a tener una mujer a la cabeza del Ayuntamiento, y en una coyuntura que parece favorable para la puesta en práctica de otras estrategias, tengamos la suerte de comprobar cómo una mujer, a la que presumo feminista además de socialista, es capaz de superar lastres y entender que, frente a las jerarquías verticales, el secreto de la mejor política está en la horizontalidad. En una mirada circular desde la que entender que no basta con la ética de la justicia sino que también necesitamos la del cuidado. Es decir, la basada en la empatía, en la solidaridad y en la atención de los demás no concebidos como seres abstractos sino como "otros" concretos. Todo ello desde la asunción de que solo a partir de la justicia social, que implica redistribución y reconocimiento, es posible alcanzar la igualdad real.
Me encantaría comprobar cómo nuestra alcaldesa, y los grupos políticos que la apoyan, se compromete en serio con el feminismo no entendido como una pose políticamente correcta sino como una propuesta política que persigue la emancipación de mujeres y de hombres en condiciones de igualdad. Una auténtica revolución que supone desenmascarar a los jerarcas --políticos, económicos, culturales, religiosos-- y luchar contra todas las formas de opresión. Empezando por la más general y transversal, el género, y continuando por todas las demás que se suman y multiplican la previa.
Solo desde la asunción de esa lógica transformadora, que debería estar presente de manera transversal en todas las políticas locales, podremos construir un nuevo modelo de ciudad. O, lo que es lo mismo, un nuevo modelo de ejercicio del poder y de reconocimiento y participación de las mujeres y los hombres que lo legitimamos democráticamente. Con ese objetivo, me atrevería a recomendarle a nuestra alcaldesa, y a todo su equipo de gobierno, que en las próximas vacaciones rescaten la Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada . En ella, Alexandra Kollontai ya tenía claro en 1926 que solo desde la suma de utopías que representan el socialismo y el feminismo es posible darle la vuelta a un modelo, el capitalista, tan empeñado en consolidar y aumentar desigualdades. La búsqueda de la mujer nueva , y paralelamente del hombre nuevo , que Kollontai plantea, debería hoy ser el horizonte de unas democracias heridas. Un reto al que espero que Isabel Ambrosio responda con creces, haciendo posible que en Córdoba nos reconciliemos con el tiempo de la vida y con las potencialidades transformadoras que atesora lo local.
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