Dice Carlos Vermut a propósito de esta su segunda película que le obsesiona no solo la relación entre el fondo y la forma, sino también entre la razón y los sentimientos. En este sentido, uno de los personajes secundarios explica como España es, a diferencia de otros países, un territorio en el que la balanza siempre está moviéndose entre lo racional y lo emocional. Y pone como ejemplo de esa tensión no siempre bien resuelta las corridas de toros. Tal vez ese balanceo, en ocasiones desequilibrado, es el que con mayor precisión pueda definir esta indefinible película, que sin duda tiene la virtud de no dejar indiferente. Con un guión a mi parecer excesivamente forzado, y en el que sobran algunos diálogos de "juzgado de guardia" (muy especialmente los que tienen que ver con la situación de crisis que el director se esfuerza, sin lograrlo del todo, en ponerla como telón de fondo) y al que no le hubiera venido mal algo de poda (cuánto me ha recordado los excesos de Almodóvar como guionista), Vermut nos dibuja un círculo en el que confluyen seres a la deriva, en gran medida machacados por el exterior pero también por ellos mismos, y en los que queda claro que habita lo mejor y también lo peor del ser humano. Un ser que, más allá de su racionalidad, se caracteriza por ser deseante, por vivir en el anhelo permanente de bienes materiales o inmateriales, de abrazos o de placeres, de respuestas o de somníferos. Un ser que precisamente por eso esté siempre en una frontera muy estrecha entre lo saludable y lo patológico. Todos los protagonistas de esta película son seres enfermos, si bien con distintas enfermedades. Aunque, y es sin duda una señal inequívoca de la mirada patriarcal que recorre todo el universo de Vermut, sean ellas las catalogadas como tales: las necesitadas de protección, las que sueñan con tener vestidos mágicos y escriben en diarios, las que son objeto y cuerpo cosificado, las "señoras de", las putas y las niñas "mágicas" que no llegaran a ser mujeres completas (con suerte, llegarán a ser brujas), las que carecen de voz sino es través del hombre - el padre, el marido, el cliente - que habla por ellas. Ellos son, incluso desde la mediocridad y el fracaso, los héroes. Ellas, las maltratadas, las condenadas a morir y sufrir, a las que apenas escuchamos frente a unos hombres que no dejan de hablar y justificarse. Ellas, las idénticas. Ellos, los singulares. Ni siquiera el padre apesadumbrado por la enfermedad de la hija contribuye a hacerla protagonista, es más bien él quien necesita sentirse protegido ante el miedo que lo paraliza. En este sentido, volvemos a encontrarnos con una película en la que solo parecen contar las palabras y los discursos de ellos, que son los que aprietan el gatillo. Los que, como buenos machos, recurren a la violencia si hace falta. De ahí lo simbólico de esa imagen de José Sacristán (la mejor interpretación de la película, junto a la de Bárbara Lennie, a años luz del resto de actores y actrices) poniéndose el traje y la corbata como si fuera un torero vistiéndose de luces.
Ese ejemplar de la Constitución española en la estantería de una biblioteca, que acaba sirviendo solo para albergar el dinero resultado de un chantaje, es la metáfora no solo del momento histórico que nos ha tocado vivir, que también, sino sobre todo de un modelo de convivencia en el que seguimos empeñados en disociar las emociones y la razón. Algo especialmente peligroso cuando nos sentimos perdidos o enfermos, o incluso cuando nos dejamos llevar por los excesos de un sistema que nos quiere como sujetos que permanentemente desean lo que no tienen. Algo que multiplica su peligro si finalmente es la masculinidad hegemónica la que, al parecer, tiene la última palabra, mientras que continuamos sin escuchar las razones de la otra mitad.
Hola Octavio, ya he leído tu entrada y te felicito por ella. Tengo un blog sobre relaciones entre normas (políticas, jurídicas, morales, etc) e imágenes de la ficción y me gustaría reproducir tu entrada allí, indicando el autor, claro, el blog tuyo de procedencia ¿te parece?
ResponderEliminarBueno, enhorabuena por la disección de esta película, destinada, como dices, a no dejar indiferente.
Un abrazo.