Columna Radio Córdoba, CADENA SER
3 de junio de 2014
Por edad, como ya varias generaciones de españoles, yo no voté la Constitución española. 36 años después ha llegado el momento de revisar algunas de las clausulas de un contrato que obedeció a las exigencias de la coyuntura histórica y a un consenso que implicó muchas renuncias. Entre ellas a
La crisis institucional que afecta también a la Monarquía, y que me temo no resolverá una abdicación que se produce en un momento de especial efervescencia cívica, debería ser una oportunidad para que la ciudadanía se pronuncie sobre la forma de Estado, entre otras muchas cuestiones que piden a gritos una respuesta constitucional. Entre otras cosas, porque como bien sentenció Jefferson, cada generación tiene derecho a tener su propio texto constitucional.
Cometerían un grave error las fuerzas políticas, muy especialmente las de izquierdas, que no se posicionen justo ahora a la cabeza de un debate que muchos reclamamos y que históricamente se nos ha hurtado. Sería un paso más hacia el fondo del pozo en el que continúan hundiéndose con todo merecimiento. No deberían olvidar que las ciudadanas y los ciudadanos hemos empezado a descubrir que PODEMOS ilusionarnos y lucha por otra manera de entender lo público. Una apuesta en la que difícilmente encaja un modelo cuya legitimidad deriva de la sangre y no de la voluntad popular.
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