Publicado en The Huffington Post, 26/9/2013:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/un-nuevo-pacto-constituyente_b_3989502.html
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/un-nuevo-pacto-constituyente_b_3989502.html
Las tensiones territoriales provocadas por las reivindicaciones independentistas catalanas y el
Por otra parte, la necesidad de
regular con más precisión el estatuto jurídico de la Corona, con especial
atención a las funciones del Príncipe de Asturias y a las posibles situaciones
de interinidad, debería llevarnos a un debate reclamado por muchos, entre los
que me encuentro. No cabe duda de que la opción por una Jefatura de Estado
monárquica respondió a las componendas y equilibrios que hubo que realizar en
una transición que, tres décadas después, no fue tan idílica como me obligaron
a estudiar en los libros de texto. La legitimidad “de ejercicio” que fue
adquiriendo el rey Juan Carlos en los años 80 sirvió durante una larga
temporada para silenciar un debate tampoco resuelto en nuestro país y que, por
otra parte, no sólo la clase política sino también los medios de comunicación
mantuvieron en la trastienda con la ayuda de una actitud cortesana y servil.
Creo que por las muchas circunstancias que no hace falta repetir aquí ha
llegado el momento de, al menos, plantearnos ese interrogante y de tratar de
respondernos, en cuanto ciudadanos, que modelo de Jefatura de Estado queremos
para el siglo XXI. Tal vez la respuesta vuelva a ser mayoritariamente
monárquica, pero seguramente no será a favor de una Monarquía como la que
tenemos. En mi caso, y aunque sólo sea por lealtad a los principios de igualdad
y legitimidad democrática, la opción sería obviamente republicana. Aunque me
temo que hoy, todavía hoy, en nuestro país siguen primando las posiciones
políticas pragmáticas, digamos al estilo Victoria Kent, frente a las guiadas
por unos principios firmes, como en su día bien nos enseñó Clara Campoamor.
Sólo estas dos cuestiones – a las
que podríamos añadir otras muchas como las relaciones con la Unión Europea, el
catálogo de derechos fundamentales o la revisión del funcionamiento de algunas
instituciones – bastarían para justificar la necesidad de abrir un proceso
constituyente. Sin que el contexto de crisis económica que vivimos debiera
convertirse en un pretexto para no acometer las reformas necesarias. Al
contrario, la crisis debería ser una oportunidad para dar un paso hacia delante
en el diseño de nuestro Estado social y democrático de Derecho. Creo, como
ciudadano y como constitucionalista, que ha llegado el momento de plantearnos
un nuevo pacto constituyente, una redefinición de las reglas que hoy ya no nos
sirven para un juego que poco o nada tiene que ver con el del 78. El único
obstáculo que frena mi entusiasmo es sin duda la cortedad de miras de una clase
política que debería liderar el proceso. Por ello, tal vez, y con carácter
previo a esa redefinición que reclamo, habría que plantearse una revolución: la
que recupere el pulso de la ciudadanía y provoque la transformación de unas
estructuras partidistas que, en vez de alimentar, asfixian nuestra democracia.
Sólo entonces, me temo, sería posible comenzar el diálogo.
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