DIARIO CÓRDOBA, 24/9/12
Escribo estas líneas cuando estoy a punto de empezar mis clases, en un recién estrenado otoño que aún huele a verano, escuchando la noticia de la aprobación por el Consejo de ministros de la séptima ley de educación que llegará a nuestro Parlamento. Preparo mi primera clase del curso con esa mezcla de nerviosismo e ilusión, pese a todo ilusión, que me acompaña cada final de septiembre. Sintiendo un año más que ahora empieza todo, que el ciclo se reabre, que la vida nos ofrece otra oportunidad para seguir creciendo.
Miraré a mi alumnado de apenas 20 años y me costará, tal vez más que nunca, encontrar argumentos con los que entusiasmarlo, con los que prometerle un futuro posible, con los que ir convirtiéndolos no sólo en juristas sino también en ciudadanos y ciudadanas responsables. Ardua tarea en un momento en el que el Estado constitucional hace aguas porque todos sus paradigmas se vuelven líquidos. Cuando la democracia parece con frecuencia un burdo simulacro y la justicia social no sobrepasa la categoría de sueño devaluado.
Supongo que me encontraré, como desgraciadamente ha sido lo normal en los últimos años, con unos jóvenes poco comprometidos, instalados en una eterna adolescencia y carentes de la formación necesaria desde la que afrontar con éxito el estudio razonado y crítico que exige el Derecho. Volveré a constatar en ellos y en ellas el fracaso de un sistema educativo que, de manera progresiva, ha ido perdiendo calidad y hondura. Una terrible consecuencia de los vaivenes políticos que han convertido la educación en pretexto para la lucha partidista y que han llevado la educación pública a unos niveles de empobrecimiento que deberían obligarnos a todos a una rebelión cívica. Mucho más en un curso académico como el presente en el que los recortes harán todavía más hondo el pozo en el que se encuentra la enseñanza en nuestro país.
Las terribles medidas adoptadas en los últimos meses, y que entre otras cuestiones esenciales afectan a un presupuesto básico del sistema cual es --o mejor, debería ser-- la dignidad del trabajo de los y las docentes, no harán sino multiplicar las carencias y debilidades de un modelo que ha ido empobreciendo paulatinamente la cultura general de los jóvenes y su formación en destrezas básicas como la comunicación oral y escrita. Si a eso añadimos que los padres y las madres hemos ido desistiendo de nuestras responsabilidades educadoras y que en el contexto social cada vez cotizan menos valores como el esfuerzo o la responsabilidad, tendremos la suma perfecta para entender las faltas de ortografía de nuestros jóvenes, su escaso interés por la "cosa pública", su cada vez más reducida "cultura general" o su acomodo en la burbuja en la que entre todos nos hemos empeñados en sobreprotegerlos.
Mucho me temo que la séptima reforma en poco aliviará las deficiencias que presenta la educación en un país que, lamentablemente, nunca ha creído en las potencialidades de una escuela de calidad, en la esencialidad del sistema educativo en la consolidación democrática y de los ejes investigación/desarrollo en el impulso socioeconómico del país, en el papel crucial de las maestras y los maestros en la construcción del futuro. Mientras que todos, no sólo los poderes públicos sino también la ciudadanía, no asumamos ese credo, estaremos condenados a vivir un simulacro desde el que será muy difícil vislumbrar horizontes de grandeza. Y seguiremos alimentando una adolescencia que, como señala un reciente estudio, es la más feliz de Europa, aunque mucho me temo que su felicidad sea la de los idiotas. Es decir, la de quienes se resisten a entender y asumir lo que Philip Roth nos advierte con su rotundidad envidiable: "Si hay alguna oportunidad de que la vida mejore, ¿dónde va a empezar si no es en la escuela?".
La situación de la esenñanza está pasando por uno de los momentos más convulsos que recuerdo y para mi que son los alumnos los que más lo van a sufrir. Vosotros los profesores tenéis una gran responsabilidad, aunque no todos saben asumirla, y creo que no os merecéis tantos recortes. ¡.o.o! que se lo apliquen los políticos. Te agradecería que me indicaras, bien aquí o bien en mi blog, como poder leer tus opiniones sobre "El infierno del odio" porque no he podido hallar la forma. Gracias
ResponderEliminar¿Mis opiniones sobre "El infierno del odio"? No sé a qué te refieres Jack...
ResponderEliminar