Pocas actrices hay en la actualidad con la fuerza abrumadora y con la belleza tan rotunda de Kate Winslet. Ella ha sabido moldear algunos de los personajes femeninos más impactantes de los últimos años - valga por todos el de la dolorida protagonista de "Revolutionary Road"- y ha sabido construirse de manera inteligente una carrera en la que ha podido demostrar que la belleza es, sobre todo, cuestión de inteligencia.
A la espera de la prometedora "Un dios salvaje" de Polanski, he vuelto a disfrutar de ella en la miniserie MILDRED PIERCE. Basada en la novela de James M. Cain y dirigida por Todd Haynes - el artífice de esa obra maestra titulada "Lejos del cielo", con otra grande, Julianne Moore -, los cinco capítulos recrean la lucha de una mujer en la América post-depresión del 29 por salir adelante en un mundo hecho por y para los hombres. Confiando en la fuerza transformadora de su trabajo, en su independencia y en su capacidad para gestionar los conflictos, Mieldred es una mujer que atesora todos los dramas y dilemas que el orden patriarcal ha hecho sufrir a la mitad de la humanidad. Y eso Winslet lo interpreta con las habilidades que sólo tienen las grandes, es decir, con cada centímetro de su cuerpo, con cada gesto, con cada lágrima. En territorios melodramáticos, tan proclives al exceso y la caricatura, ella se mantiene en el perfecto equilibrio. Luminosa, radiante, emocionada y emocionante.
En esta época de crisis no sólo económica sino también ética, la historia de Mildred Pierce pudiera ser la de muchas mujeres que vuelven a ser las grandes perdedoras. En ella se concentran las historias de todas las que tuvieron que pelear, y tanto, por sobrevivir en un mundo de hombres, y las de que en la actualidad han heredado muchos lastres que se resisten a desaparecer. Las peripecias de Pierce son las propias de a quien el patriarcado ha otorgado un lugar subordinado. La diferencia radica en que ella, una mujer de los años 30 del pasado siglo, contemporánea de Clara Campoamor o Victoria Kent, se rebela contra ellas y trata de crearse una vida en la que lleve el timón. A pesar del coste emocional y personal que ello le supondrá, muy especialmente en sus relaciones más íntimas. La amarga relación con su hija Veda es la culminación - operística - de tal sacrificio.
Emocionarse con la historia de Mildred Pierce es una buena opción en estos días de campaña electoral insufrible, de promesas gaseosas y de dramas personales. La magia del cine - porque aún en formato de serie televisiva, la cuidada producción de Todd Haynes es cine y del bueno - nos remueve las tripas y nos hace permanecer despiertos. Con memoria. Seducidos por la luz que desprende el cuerpo con cabeza de Kate Winslet y la historia que interpreta: la de una mujer que tuvo que aprender con mil heridas el coste de la autonomía.
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