Llueve. A mares. El día es oscuro y ha refrescado. Noviembre. Mes de sagitarios y de vida. De multiplicaciones y tierra mojada. Escucho la lluvia tras los cristales y me siento hombre de otoño. Marrón, verde, transparente. Un tallo mojado, una hoja en el suelo, un viento atravesando los balcones.
Empieza la campaña electoral del 20N y me gustaría dormirme durante estas dos semanas, no escuchar la radio, apagar la televisión, liberarme de las cadenas del ordenador. Evitar tanto mensaje inútil y tanta tontería. Me duele la democracia que tenemos y los líderes que nos representan. Y me resisto a hundirme en la sentimentalidad de la indignación.
Mi voto está reflexionado. Me sobran estas dos semanas. Quiero celebrar mi onomástica, y luego mi cumpleaños, sin tener que mirarme en el espejo de quienes representan mis intereses.
Prefiero mirar a través del cristal y sentirme como esa lluvia que cae, siempre nueva, radicalmente joven, insultantemente enamoradiza. Ángel de noviembre que se resiste a caer.
Empieza la campaña electoral del 20N y me gustaría dormirme durante estas dos semanas, no escuchar la radio, apagar la televisión, liberarme de las cadenas del ordenador. Evitar tanto mensaje inútil y tanta tontería. Me duele la democracia que tenemos y los líderes que nos representan. Y me resisto a hundirme en la sentimentalidad de la indignación.
Mi voto está reflexionado. Me sobran estas dos semanas. Quiero celebrar mi onomástica, y luego mi cumpleaños, sin tener que mirarme en el espejo de quienes representan mis intereses.
Prefiero mirar a través del cristal y sentirme como esa lluvia que cae, siempre nueva, radicalmente joven, insultantemente enamoradiza. Ángel de noviembre que se resiste a caer.
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