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LOS MALESTARES ADOLESCENTES: A propósito de Red flags

  Cada cierto tiempo, los medios de comunicación y las redes sociales se hacen eco de estudios y encuestas que subrayan las dimensiones más negativas de las   actitudes y comportamientos de la adolescencia . Así, es frecuente que leamos titulares sobre   la reacción machista   que se expande entre los chicos, o sobre cómo niegan en porcentajes significativos la violencia de género, o sobre cómo son esclavos de las redes sociales o de relaciones tóxicas. Todo ello como si fueran un sector de la población ajeno totalmente a   las dinámicas de la mayoría , es decir, como si también los adultos no fuéramos machistas o siguiéramos reproduciendo los mitos del amor romántico o de una sexualidad a imagen y semejanza de los deseos masculinos. Entre quienes trabajamos sobre la igualdad y los derechos humanos no dejamos de debatir sobre en qué estamos fallando para que  nuestras propuestas no lleguen a buena parte de los y las adolescentes . Nos lamentamos insistentemente de cómo ese espacio está
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EL PRIMER MINISTRO Y LOS DERECHOS DE LAS MUJERES

No sé si somos conscientes de hasta qué punto la falta de memoria pone en riesgo las conquistas democráticas. Me temo que muchos y muchas piensan que los derechos que hoy disfrutamos en esta parte privilegiada del planeta no necesitaron para ser alcanzados de siglos de luchas, incluidas las vidas y los cuerpos que se quedaron por el camino. Lo terrible es que esos recorridos históricos continúan en gran medida ausentes de los procesos educativos, lo cual suma para que en los jóvenes prendan con relativo éxito posiciones reactivas en materia de igualdad. Habría que recordarles cómo cuando en la Francia del XVIII triunfó la revolución y fue proclamada en 1789 la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, las mujeres fueron excluidas de la ciudadanía, tal y como un par de años después denunciaría Olimpia de Gouges. Que su cabeza acabara sesgada por la guillotina es la prueba más dramática de todo lo que las mujeres han tenido que pelear, pacíficamente, para que su estatus fue

LA CASA DE BERNARDA ALBA o la casa de muñecas de Sanzol

  La casa de Bernarda Alba  es una de esas obras que, supongo que como para otros muchos, ha sido recurrente en mi vida desde que en el ya lejano Bachillerato una profesora de Literatura, jovencísima y gaditana, nos hizo leerla y tuve que explicarla en un examen en el que, sin saberlo, yo ya me estaba haciendo preguntas que solo años más tarde el feminismo contestaría. En aquellos años además Adela se encarnó en Ana Belén y Bernarda en el rostro durísimo y severo de la gran Irene Gutiérrez Caba. Desde entonces para mí son difíciles de superar los gritos de Ana/Adela contra los muros de la casa, con el vestido verde con el que se atrevía a desafiar el luto y las paredes blancas. Pasado el tiempo, empecé a encontrarle muchas costuras al teatro de Lorca, del que nadie puede discutir su poderío verbal y sus imágenes bellísimas, pero que a mí se me fue desinflando sobre todo en lo que tiene que ver con sus retratos femeninos. Fui dándome cuenta de que en muchos casos, con talento y genio in

EN MITAD DE TANTO FUEGO. Una historia de carne, amor y muerte

  “No estoy aquí para contar la guerra de Troya. / Esta es la historia de mi carne, / allí donde coincidieron la muerte y el amor”   La Guerra de Troya. Todas las guerras. El viernes por la tarde un grupo no muy numeroso de ciudadanos y ciudadanas, la mayoría de mediana y avanzada edad, gritaban contra las guerras y las armas en la plaza de las Tendillas. A pocos metros de allí, Patroclo se sumaba al grito con palabras que hablaban de amor y de cuerpos, de rarezas y de exilios, de amantes que en cuevas se conocen y reconocen. De fantasmas. “Todas las historias de amor son historias de fantasmas”.    En medio de tanto fuego , la primera obra de Alberto Conejero que al fin disfrutamos en Córdoba, convirtió el teatro Góngora en una suerte de refugio subterráneo, de búnker cívico, de escondite en el que unos cuantos tuvimos la fortuna de creer, una vez más, que solo las palabras y el amor pueden salvarnos. La voz de Patroclo, que como bien nos advirtió desde el principio, no vino a contarn

DE ESPERANZA Y UTOPÍAS

  Nos ha tocado vivir un tiempo tan incierto y complejo, nos sentimos tan rodeados de amenazas, que es cada vez más difícil tener una mirada optimista hacia el futuro. Al contrario, cada vez crece más eso que algunos llaman “futurofobia”, al tiempo que se expanden los discursos conservadores y reaccionarios. Los que vindican un retorno al orden tradicional como salvavidas. Los que, por ejemplo, identifican las propuestas feministas, y en general todos los avances en igualdad de derechos, como una amenaza a las posiciones de privilegio de unos cuantos. Unos discursos que se nutren del miedo y de la vulnerabilidad que nos sacude, y que no dejan de alimentar unas lógicas democráticas cada vez más prisioneras de los ombligos partidistas, tan machirulos ellos,     y que carecen de la capacidad para elevarse a lo común. En el capitalismo de pantallas que habitamos y nos habita, es el individuo, narcisista y autorreferencial, el eje sobre el que se construye una ciudadanía devaluada que, no o

PADRES DE NUESTROS PADRES

En su último libro, la periodista Mariola Cubells explica cómo las mujeres de su generación fueron las primeras de este país que  no quisieron tener unas vidas como las de sus madres. No tengo yo tan claro que los hombres de esos años hayamos tenido un propósito similar con respecto a nuestros padres. Es evidente que nada tiene que ver, por ejemplo, el ejercicio de paternidad presente que muchos hombres estamos asumiendo con la ausencia generalizada de los padres de antaño. Sin embargo, los datos nos siguen demostrando que las mujeres dedican más tiempo a los trabajos de cuidado, que siguen ocupando mayoritariamente los contratos a tiempo parcial o que en un 84% son las que solicitan excedencias para el cuidado de hijos. A lo anterior habría que sumar cómo todavía hoy los trabajos que implican cuidar continúan siendo los más precarios y menos reconocidos social y económicamente, estando buena parte de ellos en manos de mujeres migrantes que forman parte de unas intolerables cadenas gl

HOW TO HAVE SEX: ¿Consentir, ceder o desear?

  Hay películas que merecen la pena no tanto por sus valores estrictamente cinematográficos sino por la conversación que generan y por su capacidad de responder a un contexto social determinado. Es el caso de la primera película de la británica Molly Manning Walker     que debería ser de visionado obligatorio en institutos y centros de educación secundaria. Rodada casi como si fuera un documental, How to have sex es un largometraje que incomoda, que llega a abrumar, que te zarandea como si te estuviera mostrando algo parecido a un infierno. El relato de las vacaciones de tres amigas todavía menores de edad en uno de esos paraísos del turismo de borrachera – la directora rodó en una isla griega al no conseguir los permisos para hacerlo en Magaluf- nos plantea, sin caer en discursos moralistas (salvo tal vez un complaciente final), la realidad en la que viven nuestros adolescentes, en el contexto de eso que se ha llegado a llamar “cultura pornificada” y en el que tanto ellos como ellas,