Cada cierto tiempo, los medios de comunicación y las redes sociales se hacen eco de estudios y encuestas que subrayan las dimensiones más negativas de las actitudes y comportamientos de la adolescencia . Así, es frecuente que leamos titulares sobre la reacción machista que se expande entre los chicos, o sobre cómo niegan en porcentajes significativos la violencia de género, o sobre cómo son esclavos de las redes sociales o de relaciones tóxicas. Todo ello como si fueran un sector de la población ajeno totalmente a las dinámicas de la mayoría , es decir, como si también los adultos no fuéramos machistas o siguiéramos reproduciendo los mitos del amor romántico o de una sexualidad a imagen y semejanza de los deseos masculinos. Entre quienes trabajamos sobre la igualdad y los derechos humanos no dejamos de debatir sobre en qué estamos fallando para que nuestras propuestas no lleguen a buena parte de los y las adolescentes . Nos lamentamos insistentemente de cómo ese espacio está
No sé si somos conscientes de hasta qué punto la falta de memoria pone en riesgo las conquistas democráticas. Me temo que muchos y muchas piensan que los derechos que hoy disfrutamos en esta parte privilegiada del planeta no necesitaron para ser alcanzados de siglos de luchas, incluidas las vidas y los cuerpos que se quedaron por el camino. Lo terrible es que esos recorridos históricos continúan en gran medida ausentes de los procesos educativos, lo cual suma para que en los jóvenes prendan con relativo éxito posiciones reactivas en materia de igualdad. Habría que recordarles cómo cuando en la Francia del XVIII triunfó la revolución y fue proclamada en 1789 la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, las mujeres fueron excluidas de la ciudadanía, tal y como un par de años después denunciaría Olimpia de Gouges. Que su cabeza acabara sesgada por la guillotina es la prueba más dramática de todo lo que las mujeres han tenido que pelear, pacíficamente, para que su estatus fue